lunes, 2 de enero de 2006

La mayor de las vejeces (La muerte)

Su semblante arrugado anunciaba ese final
Su modestia y resignación en la mirada, le daban la bienvenida
Su esbozo triste y decaído afirmaba lo más temido
Sus manos temblorosas y castigadas de aplaudir ya sin motivo/sentido
Sus hombros alicaídos, su pecho angustiado, su tronco marchito
Su alma (y cabeza) , perdida(s)
Su cuerpo muy desgastado, sin fuerzas, sin aliento, sin sangre, enfermo
Su muerte ya no amenazaba, su muerte ahora era su vida y
Su vida, su única vida, ya no lo era
Acabó con estas palabras, su verdadero epitafio.