miércoles, 4 de marzo de 2009

La letrera manda (....y desmanda)

La estación de"Urgel" resulta anónima para la mayoría de madrileños. Sin embargo, y a pesar de las quejas constantes por parte de mi madre de "nuestro maldito barrio", no me arrepiento de pisar su andén cada día. Dos pares de series de escaleras en forma de "L" me van enterrando para encontrarme con el resto de vampiros matutinos que fluyen hacia su trabajo. La mañana huele distinto, ligeramente vacía, algo reconfortante frente al ambiente que desprende hedor a partir de las seis de la tarde en cualquier línea de metro. En verano, mi congestión eterna asoma con orgullo indicándome lo equivocado que estoy cuando me quejo de ella. No poder respirar a veces es un alivio. Es necesario una estación como mínimo en el trayecto para asimilar el clima del vagón. Una vez situados con los olores, el calor, el ruido y el espacio, nos damos cuenta de lo maravilloso que es el coche frente a los transportes públicos. Solo quedan tres consuelos, nuestra lectura, nuestro oido y nuestra vista. Podemos leer a Baroja o Lorca mientras escuchamos "Death cab for Cutie" o "Jeff Buckley" e imaginamos destino para la pareja asiática sentada frente a nosotros. Prácticamente nunca me siento. El motivo principal, pierdo perspectiva. Veo menos miradas, menos gestos, menos movimiento. Todo tiene un hilo en común, la letra. La letra que ocupa nuestro libro o revista. La letra que se vierte sobre las notas de la música que ensangrienta a quemarropa nuestros oidos. La letra que imaginamos cuando creamos una historia sobre nuestros compañeros de viaje por el subterráneo. La letra que conforma el nombre de cada estación, repetida a intervalos de extremo a extremo en cada pared,... Al salir del vagón las letras se diluyen. Otros ruidos, otros movimientos y el necesario abandono de nuestra lectura mandan. Las letras se sustituyen por otras imprevisibles. En la estación de"Opera"mandaban, pero en "Callao" dejaron de hacerlo. Las letras nos rodean de una forma u otra y en los transbordos nos preparan para una nueva "letrera", una nueva fusión de letras escritas, cantadas y observadas que, cada día, cada instante es distinta.