viernes, 13 de octubre de 2006

Brindis por la mujer que nunca tuve

Ese brindis que hacemos por defecto, pero no por sentirlo. Nuestra boca expulsa esas palabras, pero piensa en el siguiente brindis. Maldita navidad que sólo me trae recuerdos envenenados. Maldita sea, por bañar mi sangre desde que nací. No sé si culpar a mis progenitores por ese genoma que tan defectuoso me produjeron o echarme el agua sobre mi cabeza porque quizás mis obsesiones y pasión desmedida condenan mi cuerpo. Esa ausencia de aire que siento como decepción diaría quizás no sea de raíz médica, es posible que sean suspiros de mi cuerpo que me susurra, quejándose de mi. Envidia tengo por aquellos que remiten cualquier molestia con analgésicos o antibióticos. Fascinación por los que pasan semanas sin molestia física alguna. Odio, insisto: Odio por aquellos que disfrutan del bienestar sin darse cuenta, sin valorarlo, sin cuidarlo. Daría un mes de mi vida por uno sólo de sus días. Lo peor de esta última afirmación es que no son sólo palabras.

Un Brindis por ella, por la mujer que nunca tuve, por la salud.