miércoles, 15 de noviembre de 2006

Olor a lluvia

No sólo la lluvia huele a lluvia,
también un vagón de metro en algún día veraniego recién atormentado,
cualquier sala de cine situada en el nivel de un sótano,
la tierra recién bombardeada por gotas que todavia se tambalean por un chaparrón,
los matorrales regados desde una manguera de color desgastado,
un rostro que ha llorado indiscriminadamente,
algunos recuerdos, besos o lugares,
un charco acumulado en un paso de cebra de la Gran Vía,
un huracán de categoría cinco, como El Katrina,
las tuberías de un caserón de mitad de siglo en plena Castilla,
el Mar un día nublado en el octubre de alguna isla Balear,
un paseo por el arcén quemado de una carretera secundaria,
el labio inferior de cada mujer, más carnoso que aquel que le cobija,
el caucho de una bicicleta embarrada desde el fin de semana pasado,
el pelo de Lena, nombre de Diosa, recién salida de una ducha,
todas aquellas miradas de emoción, que bañan de brillo cada ojo,
la punta desgastada de un paraguas recién abatido,
y detalles, sensaciones, baldosas, la humedad, ventanales, árboles,
piedras, el Retiro, el miedo, los cayucos, una botella de vidrio,...
Quizás también tú.