miércoles, 8 de febrero de 2006

...Fragmento de todavía "Sin título"

Sonó el despertador con su distorsionado timbre, a apenas unos centímetros de su almohada. Steve se hizo el despistado, pero el sonido era demasiado violento como vencerle el duelo. Comenzó a estirar sus brazos, lo suficiente como para atinar con el maldito aparato. Lo consiguió tocar, pero su postura en diagonal sobre la cama le impedía presionar el gran botón rojo que detendría esa estridencia diaria. No tuvo más remedio que adoptar otra más ortodoxa y así alcanzar su objetivo. Los dígitos marcaban las 6 y media a.m. Era Jueves según recordaba, con la conciencia un poco aturdida por las escasas horas de descanso que le había dedicado a su cuerpo. Para más INRI, anoche bebió más de la cuenta y todo sumaba puntos a favor del sueño.

Se sentó sobre la cama, apretó sus ojos aún medio cerrados y estiró nuevamente los brazos para trabajar un poco sus músculos abandonados desde hace ya demasiado tiempo. Muy lejos quedaron sus aficiones por los deportes -especialmente el Hockey- y su cierta obsesión por un físico atlético. Hacía ya una década que esas preocupaciones no rondaban por su cabeza. Se levantó con algo de desequilibrio y se dirigió con un nulo interés (como si fuera un niño dirigiéndose a la ducha) hacia el baño de su limitada habitación. Apenas una cama, eso sí , de matrimonio, una mesilla pequeña que le servía de cómoda y una silla - sacada de su lugar, el salón - donde colocaba minuciosamente la ropa que había llevado ese mismo día.

Apoyado en la pared contraria a la cama, se encontraba su saxo tenor, reluciente como el primer día, ya que era el único objeto (incluso adornado como persona por él mismo) que trataba con el cariño necesario como para mantenerlo cerca de él en buen estado. La noche anterior acabó siendo pesada, de ahí que no tuviera las fuerzas necesarias como para protegerlo en su estuche mitad regalado mitad comprado. Engaño a un pobre anciano para obtenerlo a un precio ridículo.

Steve tenía 27 años y vivía sólo desde que se quedó huérfano de su madre hacía una década. Su padre desapareció bastante antes de que él comenzara el colegio. Apenas vió la luz y ya sólo podía contar con su progenitora de nombre Carol, pero llamada Car, una mujer muy linda y apasionada que vivió para él mientras la salud se lo permitió. Un cáncer de Colon le separó de su hijo, que quedó desamparado sin más familia que una tía solterona de la que no tuvo queja en los dos años en los que más la necesitó. El insistió en quedarse en esa casa y no acogerse a la protección que su tía Jennifer le ofrecía en Boston. El ya trabajaba con 17 años y podía permitirse vivir sólo en su casa de Nueva Orleans.