domingo, 25 de junio de 2006

Las Máscaras que nos consumen

Resulta penoso claudicar ante la derecha radical que baña este pais e inunda la ciudad de Madrid. Abundante basura moral y desprecio por la inteligencia y la sensibilidad de todos aquellos que no comparten sus ideas y , por tanto, que se presentan como sus enemigos desde ese momento. Sus dictatoriales planteamientos, su xenofobia encubierta, su radicalidad adornada y su manipulación alabada por engendros de radios del Opus o televisiones madrileñas me saturan. Sus ladridos son propagados como megáfonos que adulteran su verdadero sentir. Esta fauna propagadora de plagas , merecen mi desprecio más íntimo, pero que -aprendiendo de sus formas encubiertas- mostraré con apuntes controlados para no parecer el radical que ellos llevan dentro.

Aderezaré frases moderadas con adjetivos descalificadores, después de haber sazonado con prudencia aleatoria, rociado con insultos descatalogados y con aroma a ultraderecha. Esa receta la elaboran sin medida cada una de las aristas de ese triángulo popular de la oposición. Esas cabezas peligrosas para la democracia y que engordan los vicios de grupos extremos a través de su apología constante del desprecio por todo individuo que no razona (es un decir) como ellos.

Debéis saber que muchos somos pro-etarras, antiespañoles, libertinos, enfermos por defender el matrimonio homosexual, irresponsables por abandonar Irak, benevolentes con los extranjeros, personas de mala fe por no asistir a manifestaciones manipuladas, culpables de la delincuencia en domicilios, imprudentes por regularizar un millón de inmigrantes, antidemocráticos por defender ideales de ciertas regiones, anticonstitucionales por querer modificar la constitución para hechos muy puntuales,...

El problema no son sólo ellos, sino sus hijos, envenenados con ideales que resultan un desperdicio para la humanidad y que hieren la tolerancia, la igualdad, la sensibilidad, la prudencia, el equilibrio y la salud mental de la democracia. Desde hace demasiado tiempo no se puede conversar de política, sólo es posible discutir agresivamente sobre ella.

Su filosofía del quebranto y enfrentamiento pernicioso no debe triunfar. Sus convicciones y formas de exponerlas sólo pueden alimentar odio, radicalidad y retroceso. Sería un iceberg para el progreso de este país si tienen éxito en las próximas elecciones estos individuos de apariencia conservadora, pero de careta perenne que -poco a poco- se va derritiendo para el bien de la península.